Estos días terribles, inciertos, extraños, andaba irritada y no conseguía dar con el por qué, me irritaban especialmente las campañas edulcoradas de gente bienintencionada diciendo “quédate en casa”, a nivel racional entendía el mensaje, pero dentro de mi se daba una reacción de rechazo muy instintiva que no entendía. Yo estoy relativamente bien en mi casa de Londres con mi marido y mis hijos, pero hoy he entendido que hay otra casa de la que yo aún quiero salir, la que a mi se m e quedó dentro. Y creo que es por lo que esa frase, junto con el hecho de que los niños en España no puedan salir, lo que a mi tanto me crispa. Porque la casa de la que yo aún no he podido salir a mis 45 años es la casa de mi infancia, en ella aún vivo atrapada con el miedo a mi padre, rodeada de paredes que han condensado una tensión de años, que aún me sobresalta en algunas situaciones, y por lo que aún tiemblo al pensar en él y por la que ahora me cuesta ver lo que escribo entre mis lágrimas. Aún no
Esta es mi verdad Me gustaría masturbarme en la ducha, pero en realidad lloro en la ducha. Lloro para poder salir a ser la madre que mis criaturas merecen. Bebés salidos de todo el amor que conseguí guardarme dentro, pese a la guerra. La guerra en la que crecí de niña, la del padre feroz y el patriarcado asesino. La guerra que aún me hace llorar en la ducha. Crecí aprendiendo a ser maltratada, y más tarde acosada y violada. Y aún me niego a ser víctima, sólo quiero que el patriarcado sea culpable. Y a mis 45 años ahora gorda y con el pelo blanco y deliberadamente contestatario, se me ignora en el abuso, ese que en breve se le pasará a mi hija como un saco de mierda, un yugo, un grillete ensangrentado. A mis 45 años lloro en la ducha y quisiera masturbarme y escribo libros y creo proyectos en los que les digo a las mujeres que se masturben, que sean felices, que resistan, que son poderosas, que no se crean la propaganda, que se protejan, que se agrupen, qué se quieran. Ellas n