Me despierto y al igual que muchas de las personas de mi especie lo hago atrapada en una especie de Día de la marmota permanente, en la película de los 80 Atrapado en el tiempo. Y lo primero que hago es leer las noticias mientras me auto regaño por no seguir mi dieta emocional de desconectar, hacer yoga y básicamente mantener la cordura.
Y en tan solo un par de artículos y mensajes veo ya la prueba de que en esta crisis seguimos sin entender lo que realmente importa. Porque creo que una crisis, por trágica que sea debe servir como oportunidad para el aprendizaje para quienes tengan la suerte de sobrevivirla.
Y yo de momento ya tengo bastante suerte, soy una madre que hace unschooling es decir que mis hijos e hija aquí en Londres no iban al colegio y aprendían de manera libre y autónoma en casa antes del virus. Yo trabajo escribiendo y como activista desde casa , donde además ahora a raíz del virus también doy mis clases a embarazadas. De hecho también parí dos veces en casa, digamos que nuestra familia ya estaba muy centrada en casa y esta situación no nos ha supuesto un cambio excesivamente dramático. Además estamos sanos y mi familia y amistades en España también. Así que sí, me siento una privilegiada en estos días y a menudo me avergüenzo cuando me quejo sabiendo la suerte que tenemos. Y me lo recuerdo a menudo, tengo trabajo, mis hijos están bastante habituados a esto, estoy acabando mi segundo libro, tenemos un techo, internet, acceso a la cultura, comida, calefacción, agua caliente, una lavadora...Puedo pensar en miles de ejemplos que se encuentran de diferentes formas lejos de esa suerte. Yo no estoy en un campo de refugiados en Lesbos, no estoy embarazada asustada por parir en un hospital y sin apoyo para poder parir en casa, no estoy separada de mis hijos, no convivo con mi maltratador, no estoy en muchas situaciones que tan solo de imaginarlas me duelen.
Pero, para aquellas que somos, como digo, las afortunadas en este cómodo encierro, creo que aún seguimos sin aprovechar algunas lecciones que esta situación nos ofrece. Me llegan mensajes de vecinos y amistades con millones de propuestas sobre cómo hacer la escuela en casa (algo diferente al homeschooling debo aclararar). Y toda la gente con la que hablo parece agotada, los profesores no paran de mandar deberes y tareas infinitas, los niños no tienen tiempo para serlo, los padres andan desbordados siendo padres y a la vez readaptando su trabajo a su casa, la sociedad está continuamente mandando mensajes de pánico, críticas, peticiones, y el trabajo para muchas está permanentemente instalado en nuestras casas, casas que ahora se han convertido en oficinas, escuelas, y espacios de aislamiento para familias. Y no puedo evitar preguntarme ¿dónde está nuestro bienestar y cómo lo protegemos del virus de la hiperproductividad que no cesa? Cómo nos estamos cuidando unos a otros (o quizás es una vez más unas a otros) especialmente a los niños y niñas en estos tiempos tan difíciles. ¡Porque lo son! No hay nada normal en esta situación y quizá deberíamos sobreponernos ya a esta fase de negación en nuestro duelo colectivo.
Ya que es, a lo mejor, en esa falta de reconocimiento de que nada es normal que nos estamos perdiendo lo que deberíamos comprender, que esta crisis no debería llevarnos a trasladar todo lo que ya estaba mal a nuestras casas, nuestras ya estresadas, hiperproductivas y desconectadas vidas.
Qué quizá lo que deberíamos hacer para mantener el control de nuestras vidas y hogares es parar y cuidar. Ser amables, reconocer lo que está ocurriendo porque es algo grave, en lugar de seguir como si no pasara nada, y ayudar y contribuir pero protegiéndonos sobre todo a nosotros y nuestras familias. Reduciendo el ritmo, cuidando de los niños que estarán muy preocupados, hablando más, reduciendo la jornada laboral, jugando con los pequeños, olvidando los deberes. ¡Los niños seguirán aprendiendo, creedme! Cuidemos de las madres y sus bebés porque son nuestro futuro y cuidemos de los ancianos porque son nuestra historia, y miremos hacia adentro, enfrentémonos a lo bueno y lo malo para encontrar algo de paz...Creo que si miramos bien podremos encontrar la respuesta a quién queremos ser y qué podemos cambiar. Si podemos aprender eso en esta crisis entonces tendremos suerte pese a la tragedia, si no lo hacemos, la crisis, la verdadera crisis para la humanidad continuará más allá del Corona. Y es que en realidad lo que importa es lo mismo de siempre. Lo único que echaríamos en falta si lo perdiéramos todo.
Con todo mi cariño por aquellas cosas que nos definen como humanidad.
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Y en tan solo un par de artículos y mensajes veo ya la prueba de que en esta crisis seguimos sin entender lo que realmente importa. Porque creo que una crisis, por trágica que sea debe servir como oportunidad para el aprendizaje para quienes tengan la suerte de sobrevivirla.
Y yo de momento ya tengo bastante suerte, soy una madre que hace unschooling es decir que mis hijos e hija aquí en Londres no iban al colegio y aprendían de manera libre y autónoma en casa antes del virus. Yo trabajo escribiendo y como activista desde casa , donde además ahora a raíz del virus también doy mis clases a embarazadas. De hecho también parí dos veces en casa, digamos que nuestra familia ya estaba muy centrada en casa y esta situación no nos ha supuesto un cambio excesivamente dramático. Además estamos sanos y mi familia y amistades en España también. Así que sí, me siento una privilegiada en estos días y a menudo me avergüenzo cuando me quejo sabiendo la suerte que tenemos. Y me lo recuerdo a menudo, tengo trabajo, mis hijos están bastante habituados a esto, estoy acabando mi segundo libro, tenemos un techo, internet, acceso a la cultura, comida, calefacción, agua caliente, una lavadora...Puedo pensar en miles de ejemplos que se encuentran de diferentes formas lejos de esa suerte. Yo no estoy en un campo de refugiados en Lesbos, no estoy embarazada asustada por parir en un hospital y sin apoyo para poder parir en casa, no estoy separada de mis hijos, no convivo con mi maltratador, no estoy en muchas situaciones que tan solo de imaginarlas me duelen.
Pero, para aquellas que somos, como digo, las afortunadas en este cómodo encierro, creo que aún seguimos sin aprovechar algunas lecciones que esta situación nos ofrece. Me llegan mensajes de vecinos y amistades con millones de propuestas sobre cómo hacer la escuela en casa (algo diferente al homeschooling debo aclararar). Y toda la gente con la que hablo parece agotada, los profesores no paran de mandar deberes y tareas infinitas, los niños no tienen tiempo para serlo, los padres andan desbordados siendo padres y a la vez readaptando su trabajo a su casa, la sociedad está continuamente mandando mensajes de pánico, críticas, peticiones, y el trabajo para muchas está permanentemente instalado en nuestras casas, casas que ahora se han convertido en oficinas, escuelas, y espacios de aislamiento para familias. Y no puedo evitar preguntarme ¿dónde está nuestro bienestar y cómo lo protegemos del virus de la hiperproductividad que no cesa? Cómo nos estamos cuidando unos a otros (o quizás es una vez más unas a otros) especialmente a los niños y niñas en estos tiempos tan difíciles. ¡Porque lo son! No hay nada normal en esta situación y quizá deberíamos sobreponernos ya a esta fase de negación en nuestro duelo colectivo.
Ya que es, a lo mejor, en esa falta de reconocimiento de que nada es normal que nos estamos perdiendo lo que deberíamos comprender, que esta crisis no debería llevarnos a trasladar todo lo que ya estaba mal a nuestras casas, nuestras ya estresadas, hiperproductivas y desconectadas vidas.
Qué quizá lo que deberíamos hacer para mantener el control de nuestras vidas y hogares es parar y cuidar. Ser amables, reconocer lo que está ocurriendo porque es algo grave, en lugar de seguir como si no pasara nada, y ayudar y contribuir pero protegiéndonos sobre todo a nosotros y nuestras familias. Reduciendo el ritmo, cuidando de los niños que estarán muy preocupados, hablando más, reduciendo la jornada laboral, jugando con los pequeños, olvidando los deberes. ¡Los niños seguirán aprendiendo, creedme! Cuidemos de las madres y sus bebés porque son nuestro futuro y cuidemos de los ancianos porque son nuestra historia, y miremos hacia adentro, enfrentémonos a lo bueno y lo malo para encontrar algo de paz...Creo que si miramos bien podremos encontrar la respuesta a quién queremos ser y qué podemos cambiar. Si podemos aprender eso en esta crisis entonces tendremos suerte pese a la tragedia, si no lo hacemos, la crisis, la verdadera crisis para la humanidad continuará más allá del Corona. Y es que en realidad lo que importa es lo mismo de siempre. Lo único que echaríamos en falta si lo perdiéramos todo.
Con todo mi cariño por aquellas cosas que nos definen como humanidad.
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