Liberarse es renunciar a la mentira diaria, a la creencia popular de que te debes a tí misma estar guapa, ser simpatica, agradar y no engordar. Es renunciar a la responsabilidad que adquiriste copiando a tu madre y a un millón de anuncios, de que es importante parecer más joven, más alta, más rubia, más morena, más pelirroja, más otra... Es poder quitarse todas las pieles inventadas, cultivadas y aprendidas. Es buscarse desde dentro y cuestionar una por una todas tus decisiones, desde por qué cruzas las piernas al sentarte a por qué no dices tacos. Es mirarse de frente en el espejo y que lo que veas venga del otro lado, que veas las marcas de lo que no se ve, como los años, las traiciones, los amores y los besos. Liberarse es dejar la carga que ya ni sabes que llevas y poder empezar de cero, saberte tu, gustarte y entenderte. Los actos revolucionarios se encuentran en las esquinas de cada día, en el dejar de teñirse o vivir despeinada, ridículas afrent...
La feminista que hablaba de partos. La madre que hablaba de feminismo. La espectadora madre y feminista.