Liberarse es renunciar a la mentira diaria, a la creencia popular de que te debes a tí misma estar guapa, ser simpatica, agradar y no engordar. Es renunciar a la responsabilidad que adquiriste copiando a tu madre y a un millón de anuncios, de que es importante parecer más joven, más alta, más rubia, más morena, más pelirroja, más otra... Es poder quitarse todas las pieles inventadas, cultivadas y aprendidas. Es buscarse desde dentro y cuestionar una por una todas tus decisiones, desde por qué cruzas las piernas al sentarte a por qué no dices tacos. Es mirarse de frente en el espejo y que lo que veas venga del otro lado, que veas las marcas de lo que no se ve, como los años, las traiciones, los amores y
los besos.
Liberarse es dejar la carga que ya ni sabes que llevas y poder empezar de cero, saberte tu, gustarte y entenderte. Los actos revolucionarios se encuentran en las esquinas de cada día, en el dejar de teñirse o vivir despeinada, ridículas afrentas para esta sociedad de disfraz. En la que como mujeres en un suicidio colectivo cotidiano siempre queremos ser otra, simplemente aquella que no somos.
Olvida Monsanto, McDonalds, Coca Cola y hasta Nestlé la mayor forma de control social se ejerce a través de las mujeres, vaciandolas de todo propósito y sometiendolas a la obligación de la estetica y el ser escaparate para otros, sometidas a juicio continuo de los demás. Deja de perseguir la belleza y la apariencia, es mentira, es pura demagogia, es un lavado de cerebro. Persiguete a tí, haz las paces contigo, atrevete a desafiar al mundo desde tu cara construida con verdades y luego pintate tanto como te apetezca, pero porque te apetezca, no para venderte, para ser aprobada, para que te den un trabajo, para que te quieran, para sentirte mejor. Quiere cada poro de tu piel, cada cana y cada arruga, porque son tú y lo son desde tu cuna a tu tumba, desde ahí el resto da igual, no construyas algo que no existe y que te aleje de saber quien eres o que se convierta en necesidad para poder entenderte.
Nadie me rige, nadie me manda. Nadie me dice quien soy ni por qué soy, he ahí la liberación. Existir sin que nadie me de permiso, porque nadie tiene el derecho a dármelo. No me vendes, no me vendo.
Rompo con todo, renuncio a tus reglas, creo las mias.
Nada me da miedo, disfruto con cada aliento.