La BBC como si del tabloide más rastrero se tratase se ha hecho con el certificado de nacimiento del último bebé de la Casa Windsor. Cómo ya he dicho alguna vez, no me interesa la crónica rosa, pero me interesan todos los partos y vivo en Reino Unido, y este parto por ser tratado públicamente me parece aún si cabe más interesante.
A la princesa, la madre en cuestión o digamos cuestionada, se le han atribuido todo tipo de elecciones que más de una opinamos que puedan proceder no sólo desde el machismo sino desde un racismo no asumido pero profundamente arraigado. En cualquier caso, sea por lo que fuere, se dijo que quería parir en casa y pese a que esto ha sido lo que la realeza ha hecho hasta hace tan sólo una generación, se volvió un tema central para la crítica hasta el punto que el colegio de Obstetras Americanos se mofó públicamente de su decisión. Una decisión privada y un derecho que nos pertenece a todas, pero algo que incluso con todo el dinero y poder del mundo no escapa la crítica. Nuestra capacidad de elección sobre este particular es tan precaria que cuando se sospechó que esta mujer podía haber parido en casa muchas quisimos que fuese cierto, necesitábamos la noticia con desesperación, con la desesperación que casos como el ocurrido en Oviedo despiertan en otras mujeres al ver nuestras libertades coartadas. Buscamos e indagamos quizá olvidando que lo político también es personal y privado. Y ahora la BBC en su lista de trofeos de haber cazado los secretos de Meghan, establece que pese a lo especulado parió en el Portland un hospital carísimo y como hace la elite.
Y aquí la cuestión: Se siguen sin entender los derechos humanos de las mujeres. Se sigue sin tener ni idea de lo que es un parto en casa, se sigue castigando socialmente a las mujeres por sus decisiones.
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Se sigue ejerciendo una mirada patriarcal y tóxica sobre nuestros cuerpos. Noticias como esta son un ejemplo de ignorancia y machismo. Para mí parir es un proceso que suele ocurrir en casa y que muchas mujeres eligen acabar en el hospital y otras no. Es un proceso que hace no mucho siempre acababa en casa. Es un proceso que pertenece única y exclusivamente a las mujeres, que debería ser acompañado por quienes ellas elijan y para el que deberían tener toda la información, preparación analgesia e intervención que requieran cuando ellas lo estimen necesario y sin ningún juicio moral o de otra índole, tratándolas como ciudadanas de pleno derecho y asistiéndolas sin interferir en su autonomía. Todo lo demás es violencia y misoginia.
Y para resumir después de diez años repitiendo lo mismo, las mujeres parimos dónde, cómo, cuándo y con quién nos de la real gana.