Ayer me despertaba y miraba mi móvil en uno de esos malos hábitos de siglo veintiuno y tenía varias notificaciones con lo que yo considero una buena nueva relativa.
Gracias al trabajo de activistas afroamericanas caía por fin la estatua de John Simms en Central Park.
No hace mucho daba una charla en las oficinas de Amnistía Internacional en Londres, en la que hablaba extensamente de lo que Simms entre otros "padres de la obstetricia" habían hecho a las mujeres supuestamente por las mujeres.
Mi charla se centraba en evidenciar que la obstetricia había surgido de manera violenta.
Los obstetras cuando surgieron como una nueva profesión necesitada de puestos de trabajo usurpó lo que las matronas habían desarrollado durante miles de años y lo hizo a base de desprestigiarlas, difamarlas y acusarlas de infinidad de cosas. A las comadres habituales en los partos domiciliarios se las consideró ignorantes y finalmente se las quitó de en medio con el traslado del parto a los hospitales, a la parturienta se la aleccionó sobre su incapacidad y su desconocimiento. Y finalmente eminencias como DeLee afirmaron con rotundidad que el parto era un proceso patológico y peligroso que por supuesto necesitaba de estos nuevos expertos sin útero, sin experiencia y sin conocimiento directo de lo que el cuerpo femenino y su fisiología implicaban.
Ese conocimiento se ganó de manera cruel, ilícita y a menudo criminal.
El caso de Simms es quizá el que ha trascendido quizá porque seguimos siendo racistas, quizá porque aún andamos acostumbrados al horror que los oprimidos sufren, ha sido posible tener hasta 2018 una estatua de un tipo cuyos logros fueron conseguidos a base de experimentar sin anestesia en esclavas negras menores de edad.
Por supuesto si se busca en internet encontraremos a otras eminencias, de esas que supongo persiguen sus propias estatuas en el interminable linaje patriarcal, justificando el contexto histórico, "era normal no usar anestesia", "era normal utilizar esclavas".
Sé que resulta imposible comprender contextos sociales históricos desde la perspectiva actual. Pero quizá la cuestión no es esa. Quizá nuestro progreso es precisamente no entenderla, es de justicia y lógica que se nos haga incomprensible y dejar de justificar semejantes atrocidades pero no sólo eso, debemos reclamar urgentemente una revisión necesaria de los orígenes de la obstetricia desde una visión no solo patológica si no cruel de los cuerpos de las mujeres, de sus partos y de sus bebés. Aceptar y revisar ese pasado es fundamental para mejorar las prácticas para restituir el robado poder de las matronas y para devolver a las mujeres sus partos.
Me alegro que no esté la estatua de Simms pero me falta como gesto meramente simbólico una estatua de Betsy, Anarcha y Lucy esclavas y víctimas del patriarcado obstétrico, machista y blanco.