(Quizá os interese leer las entradas anteriores sobre este tema, si aún no lo habéis hecho, para tener el contexto más claro: Aquí y aquí )
...Ya andábamos de vuelta a la rutina, con los niños escolarizados como si siempre hubiese sido así y con nosotros sin ningún atisbo ya de rareza social, perfectamente integrados en el mundo de lo-que-hace-todo-el mundo, cuando mi hija pequeña que solo había hecho un curso en el colegio empezó a mostrar en la primera semana con la nueva profesora, no sólo desinterés sino rechazo a ir al colegio. A mi se me hacía absolutamente imposible con mis convicciones (yo no quería que estuviese allí, lo había pedido ella) decirle que tenía que ir o que se le pasaría más tarde, para mi ver a mi hija llorar en esa situación no era una opción y tengo la suerte de tener otras (soy muy consciente de que eso no es así para todas). Y también sé que para el colegio, que yo la abrazara, no la empujara a ir y me saltara a la torera la hora de entrada para consolarla tampoco era una opción.
Así que el primer día que eso pasó, mientras sonaba la campana y ella se abrazaba fuertemente a mí, le susurré: "vámonos, corre, antes de que nos vean" Y salimos por la puerta de atrás evitando tener que hablar con la directora que siempre está en la puerta principal saludando a padres y alumnado. Corrimos a por el patinete como si huyéramos de algo.
Ese día lo pasamos en el British Museum viendo momias y hablando mucho sobre la opción de hacer homeschooling como sus hermanos, intentando entender hasta que punto ella prefería esa opción, durante al menos un año. Le pedí que escribiera sobre lo que haría si no tuviese que ir al colegio. Mi marido y yo tuvimos bastantes conversaciones sobre el tema y finalmente decidimos que en nuestra escala de valores, para lo que ganaba en la escuela no nos compensaba su estrés. Y sobre mi tiempo libre, bueno pues en el único año que he estado totalmente sola, a parte de muchos cafés con amigas, muchos paseos, alguna que otra exposición y mucho espacio para pensar, no es que haya tenido ningún logro considerable a raíz de estar sin educar a nadie, ni he escrito ningún libro. Y si bien todas esas cosas son muy importantes para mi. Y las voy a echar en falta porque tengo bastante trabajo, el tiempo con mi hija, tal y como ahora sé, es limitado e irremplazable. Nada es para siempre.
Y por eso con ese pensamiento cíclico me libero al asumir esta responsabilidad. Hoy por hoy hacemos homeschooling, veo como la gente toma ciertas decisiones con un gran peso y como si fueran contractuales y de por vida. Como si estuvieras rechazando un montón de oportunidades, yo no lo veo así, la vida es cambiante, flexible, cíclica, moldeable y llena de oportunidades para reconstruirse, creo todo eso pese al pensamiento lineal patriarcal que se nos impone con mantras a diario.
Lo bueno de esta decisión con ella, es que ahora tengo toda la confianza que me faltó la primera vez. Y solo tengo a una en lugar de tres, y ya no toma teta ni va en portabebés o sillita. En su momento eso fue mucho más complicado.
Pero como digo tengo toda la confianza para desescolarizarla sin dudas ni titubeos, entre otras cosas porque a mi hijo mayor le acaban de dar los resultados de sus exámenes finales de secundaria, tras solo 3 años en la escuela ha sacado dos matrículas de honor, tres sobresalientes y el resto, cinco notables.
A mi las notas no me importan más allá de lo que le puedan servir a él en sus aspiraciones. Pero es, por desgracia, lo que acalla a todas las voces que me mantuvieron en vela y cuestionaron, la vez anterior.
Pero justo el día antes de ir a hablar con la directora del colegio de mi hija, para confirmar que la sacábamos, tuve un disgusto terrible.
Me llamaron del colegio de mis hijos mayores en relación a un incidente con mi hijo mediano. Justo me acababa de llamar el mayor para avisarme de lo que le habían hecho al mediano, el colegio tardó 4 horas en comunicármelo, según ellos estaban ocupados con la investigación de los hechos. Unas niñas dos años mayores y considerablemente más grandes que él le habían agredido tras insultarle por llevar el pelo largo y parecer una chica.
El colegio hablaba de investigación, testigos, sanciones y
de involucrar a un policía que colabora con ellos. Aún con todo el enfado que tenía por lo que le habían hecho a mi hijo, lo único que pude decir fue: "Si les tratáis como crimínales lo único que conseguiréis es que lo sean".
Para mi fue un día nefasto, un día en el que sentí que nada de lo que hago sirve. Que ni todos mis esfuerzos por proteger a mis hijos, por educarlos para el respeto hacia los demás, por hablar y escribir sobre feminismo, nada de eso sirve porque es todo una mierda tan grande que un día llega una niña a la que ya le han hecho daño de mil maneras y paga todo ese odio por si misma usando su propio género como insulto contra alguien como mi hijo que se sabe diferente y tiene la confianza, respeto y educación para poder serlo.
Con todo ese estrés de fondo fuimos a hablar con la directora del colegio de mi hija con la carta para confirmar que queríamos que la sacara del registro y he de decir que no pudo ser más amable, habló de que le daba pena, ya que estaban encantados con nosotros y con ella y también habló de mi hijo mediano con mucho cariño, lo que hizo que me emocionara, le expliqué que me emocionaba por lo sucedido justo el día anterior en el instituto al que iba ahora y se mostró muy preocupada, me habló como madre de entender que por nuestros hijos lo hacemos todo y que ella misma estaba preocupada por su hija que también empezaba el instituto en breve y se emocionó también.
Le explicamos que para nosotros las emociones de nuestra hija eran importantes, y que a esta edad su libertad creativa y el construir un carácter fuerte lejos de presiones de una clase de 25 niños y niñas, era esencial. Nos escucho con interés.
Para añadir que agradecía las charlas sobre feminismo y los libros que yo le había enseñado en más de una ocasión y dijo querer investigar para poder incluirlos en la escuela. Nos preguntó con mucho respeto si los compañeros de mi hija podían mandarle una carta y reiteró que el colegio estaría siempre abierto para ella. Nosotros por nuestra parte le agradecimos su apoyo y esfuerzo con nuestro hijo e hija.
Y al darnos la mano a mi marido y a mi, para despedirse yo le pregunté si me permitía abrazarla, le dije que era un abrazo de madre a madre. Nos abrazamos.
Y salimos de allí sin saber si será un hasta luego o un adiós pero seguros y contentos sabiendo que es un "por ahora no".