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Amamantando el planeta

Escrito originalmente para Economía Verde.
La leche humana es una comodidad que normalmente se ignora en las estadísticas nacionales y se pasa por alto en los cuestionarios sobre consumo alimenticio, y sin embargo ahorra a un país millones de dolares en importación y gastos por problemas de salud.
El ministro de sanidad de Mozambique, en 1982 calculó que tan sólo una subida en el uso de leche artificial de un 20% en sólo un par de años esto costaría al país (el equivalente a) 10 millones de dolares, y esto sin incluir gasóleo, distribución o gastos por problemas de salud. También se calculó que la energía empleada para hervir el agua utilizaría todo aquello que había generado el más importante proyecto de reforestación de Mozambique.
Gabrielle Palmer, autora de ¨The Politics of Breastfeeding”
A menudo en espacios virtuales y reales, se origina el debate “lactancia artificial versus lactancia materna”.
Casi siempre el debate gira en torno a los múltiples beneficios de salud que asegura la lactancia materna tanto para el bebé como para la madre, así como del efecto positivo que tiene el amamantar emocionalmente. Se suele hablar de la independencia que según algunas madres otorga el biberón, de la libertad de la mujer, y de la necesidad de compartir esta cuestión con el macho de nuestra especie aunque éste carezca de mamas.
Se ha debatido y se sigue debatiendo, pero hay dos ángulos desde los que se debate menos, el económico y el ecológico.
Aparcamos aquí todos los anteriormente mencionados, para centrarnos en esto, haciendo así desde estos puntos evaluación de ambas formas de alimentación.
Al comparar ambas leches en términos puramente ecológicos, enseguida observamos que no hay comparación posible, una tiene efectos negativos en nuestro ecosistema, mientras que la otra no sólo no daña el medio ambiente sino que además reduce costes sanitarios.
La leche artificial necesita ser producida y transportada y emplea energía en su preparación, además de que el medio habitual utilizado en su administración suelen ser biberones de plástico.
La leche materna no necesita ser transportada ni calentada, no hay desechos, ya que se produce en función de la demanda, es gratuita y no necesita ser empaquetada y no se producen materiales para su promoción.
Por lo general los bebés amamantados utilizan además menos pañales. Los bebés no necesitan ningún otro producto alimenticio durante los primeros seis meses. La leche materna ecológicamente hablando es un recurso totalmente respetuoso con el medio ambiente.
En una ocasión leí que si el 50% de los bebés nacidos en Canadá fuesen alimentados durante seis meses con leche artificial (unos 400.000 al año), se tirarían a la basura más de 15 millones de latas vacías.
Y se ha citado a menudo el hecho de la cantidad de vacas lactantes necesarias para producir leche artificial. En India, si se suplantara la leche materna por leche artificial se necesitarían 135 millones de vacas lactantes. En México, para producir un kilo de leche artificial son necesarios 12 metros y medio de campo.
Por no hablar del maltrato animal que supone la separación de vaca y ternero, a veces aún con la placenta colgando del cordón umbilical. Y con las vacas sufriendo mastitis y otros horrores.
A nivel individual hay poco que decir más allá de que la leche materna es gratis, la leche artificial cuesta unos mil euros al año por bebé (siempre y cuando no incluyamos leches especializadas para prematuros, ni los costes de medicamentos y días libres que las madres de bebés alimentados con biberón suelen tener que coger, debido a otitis y diarreas entre otros)
Pero si pensamos en la economía de un país, tan sólo un aumento del amamantamiento de un 10% en términos de salud sería el equivalente a:
  • 17.000 casos menos de otitis media = 618.000 euros
  • 3.900 casos menos de gastroenteritis =3.15 millones
  • 1.600 casos menos de asma= 3.15 millones de euros
  • Menos tetinas y menos leche en polvo = 123.900 euros
Y creo que de todos estos datos o números lo que yo personalmente considero aún más importante es la dependencia que genera la lactancia artificial versus la supresión del poder o la independencia que confiere el poder alimentar a un bebé por nuestros propios medios, produciendo de nuestras propias reservas su alimento, de manera gratuita, a la temperatura ideal y en cualquier sitio. ¿Es esto algo canjeable o negociable? Y de serlo, ¿es normal que los que paguemos seamos nosotros?
Pagamos por la leche artificial, pagamos emocionalmente por no dar de mamar, pagamos en salud, la nuestra y la de nuestros hijos, pagamos con la pérdida de la libertad y la pérdida de capacidad de sacar a nuestros hijos adelante en cualquier situación y pagamos porque el planeta que contaminamos, maltratamos y explotamos es el nuestro y de esos mismos hijos a los que también contaminamos con biberones hechos con bisfenol A, con aluminio, zinc, cadmio, con silicio y fitoestrógenos, todos ellos presentes en la leche artificial para bebés.
La ecología de un nuevo mundo debería ser la del amor y el respeto descritos en un circulo eterno:
Parir con amor-amamantar-criar con respeto-amar al planeta-amarnos a nosotros mismos, concebir con amor-parir con amor…
Nuestros hijos sentirán por fin y de manera primal el respeto de su especie y así desde este respeto aprendido a un nivel físico podrán quizá salvar este mundo que es el suyo.




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