A raíz de mi entrevista para La Contra me han estado contactado muchas estudiantes de matrona y enfermería así como estudiantes de estudios de género para entrevistarme para sus tesis por Skype. En las entrevistas más recientes así como la que me hizo la revista The Atlantic sobre el caso de Adelir y su cesárea forzada yo hablaba de la problemática de la violencia obstétrica más allá de que obviamente es una violencia de tipo sexual y de género, pero explicando que es una violencia institucional, y mencionaba por ello los experimentos de Zimbardo y Milgram a colación de este asunto. Ambos experimentos establecen dos cosas, para mí fundamentales, que pueden ayudarnos a comprender la violencia obstétrica.
En el de Milgram se demuestra la obediencia a la autoridad pero también la difusión de la culpa y en el de Zimbardo de la cárcel de Stanford, se demuestra la importancia de los uniformes, los rituales, la despersonalización y la asignación de roles vinculados a estereotipos.
Todo ello presente en la relación hospitalaria y el trato clínico.
Los rituales son necesarios socialmente e impregnan la psique social, pero también los hay en la ejecución de la violencia y hacen de ciertos gestos dogmas, pienso que no es de extrañar por tanto que las víctimas de violencia obstétrica que me llaman por teléfono en mi voluntariado, mencionen altares y sacrificios cuando hablan de su experiencia.
Llevo años mencionando esto a quien quiere escucharme y también la idea de hacer un documental sobre el tema, y justo ayer en el grupo de Human Rights una colega hablaba sobre el experimento de Zimbardo en relación a este tema y anunciaba que será tema a tratar en la conferencia APPPA del año próximo simultáneamente el obstetra brasileño Ricardo Herbert Jones mencionaba una presentación sobre justo lo mismo que él había hecho para una conferencia y que enseguida me envió por email.
Me entusiasma cuando la afinidad profesional se conecta, pero además me entusiasma que amigas/os obstetras y matronas con los que trabajo a través del activismo se pronuncien con vehemencia y hablen de este tema y que cada vez lo vayamos viendo más claro.
La violencia obstétrica es una gran mancha para dos profesiones maravillosas que están al servicio del origen de la humanidad, necesitamos hablar de violencia obstétrica para poder acabar con ella y por protección no sólo a las madres y bebés si no a todos los profesionales que hacen bien su trabajo y que lo quisieran hacer aún mejor.
La violencia obstétrica no es tema fácil de comprender ya que tiene origen en un número indeterminado de multitud de factores, en la distorsión social de la percepción de todo un género, la masculinización de la atención al parto, la patologización de nuestros procesos fisiológicos, la tecnocracia, la religión y otras tantas construcciones sociales.
No obstante la solución es sencilla: no aceptarla jamás , tanto profesionales como usuarias, tanto en su día como 20 años después.
Adelir dijo "no" a su cesárea forzada después de otras dos tan innecesarias como esta, dijo "no" cuando se la llevaba la policía, dijo "no" cuando la separaron de su marido, Adelir siguió diciendo "no" incluso con miedo en su posparto, nadie en esa situación la escuchó, pero sé la oyó en todo el mundo y de todo el mundo vinieron a decir "no" con ella hasta que la mismísima presidenta de Brasil también lo dijo. Adelir se queda con su dolor, su recuerdo y su cicatriz para siempre pero estoy segura de que su "no" ha cambiado su historia y la de miles de mujeres y bebés y por tanto de miles de infancias y la de miles de matronas y obstetras…espero.
Manifestantes apoyando a Adelir en Cuiabá, Brasil. |