Esta semana una noticia me hacía llorar cuando estaba a punto de irme a la cama. Soy muy llorona es cierto, pero para mí lo que leía era de la importancia de Armstrong pisando la luna...
El titular decía algo así como Matrona gana una batalla que cambia los protocolos de parto.
En el aparece la foto de Amanda Burleigh con su uniforme de matrona y con la sonrisa de quien sabe que ha hecho lo que tenía que hacer, ni más... ni menos. Amanda ha estado investigando los efectos del corte de cordón prematuro (vamos, lo que viene siendo practica estándar en casi todos los nacimientos) y ha conseguido que el Real Colegio De Comadronas británico revise el protocolo y a partir de ahora se considere como buena practica el retraso del pinzamiento y corte de cordón.
Pero no sólo eso, Amanda ha colaborado en el diseño de una camilla especial en la que poder atender y resucitar al bebé sin separarlo físicamente de la madre, es decir manteniendo el flujo de sangre y oxigeno a través del cordón cuando la placenta aún está conectada al bebé y latiendo.
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En cuanto leí el artículo recordé mi última clase esta semana, en ella haciendo un ejercicio al que yo llamo, "Parto en las películas" en el que hacemos una pequeña desintoxicación mediatica sobre las referencias culturales del nacimiento, los hombres me decían que si bien entendían aquello de parir de pie o de rodillas en lugar de tumbada, dudaban sobre como podrían ver el parto los profesionales para poder atenderlo, yo les imité a mis comadronas exactamente en el mismo sitio donde me acompañaron hace un año, el comedor de mi casa, les expliqué como se arrodillan y como una comadrona ha inventado hasta un espejo especial para ver mejor sin interferir. También me vinieron a la cabeza las muchas clases en las que he explicado que para resucitar al bebé o aspirar si había meconio, el tener un parto fisiológico desaparecía como opción y cortaban el cordón para facilitar el acceso al bebé, y yo siempre siempre pensaba, ¿y por que no pueden mirar al bebé teniendo en cuenta su necesidad primordial la de acabar de recibir oxigeno y sangre del increíble órgano que le ha mantenido con vida, la placenta?. Por qué nos cuesta tanto entender que estamos interrumpiendo un proceso de la misma manera que si tapáramos la boca a alguien antes de lanzarlo al mar, sin dejarle coger una última bocanada de aire, a su ritmo y cuanto necesite.
Sé que Amanda y tantos otros profesionales querrían que se empezara a considerar que la mejor camilla diseñada es el pecho de la madre recién parida, pero esta otra ya se le va acercando más en lo que a apertura de mentes y cambios se refiere.
Me alegró ver en Facebook que las mujeres con las que en ocasiones intercambio correos y pasiones profesionales cada día están enlazadas, a menudo sin saberlo, creando un mundo mejor, la presidenta del colegio de matronas, Lesley Page, está demostrando ser una líder estupenda para la actual situación de escasez de matronas en este país y para ir incluyendo los cambios y las mejoras que venían siendo necesarias. Amanda no sólo por lo que ha hecho pero también por su gran labor de información junto con Linda Morge en Facebook y mujeres como mi amiga Angela Horn que creó una página web que nos sirve todavía hoy a los profesionales como Amanda o como yo de referencia en nuestros trabajos para infinidad de temas .
Cuando leí sobre la aceptación de este nuevo protocolo y el invento de la camilla me sentí feliz y lloré, porque para mí el titular que debería haber dado la vuelta al mundo es el que anunciara que estas comadronas son las que van a poder recuperar el parto en su totalidad, el avance tecnológico y científico que se necesita para salvar las vidas de los bebés que tienen una entrada complicada en este mundo, se verá por fin implementado y rediseñado por mujeres que atienden el parto desde la empatía, desde la maternidad misma, desde sus rodillas, pero con toda la dignidad, la valentía y la fuerza que requiere el luchar por recuperar lo que nos pertenece y aún se nos debe. Nuestro cuerpo, nuestro parto, nuestra leche, nuestros bebés y nuestra voz.