LA AUTOCENSURA DE LOS MAMÍFEROS
Un nuevo perfil fue cerrado y reabierto (tras la protesta) en Facebook, esta semana. No fue el primero y no creo que sea el último. Facebook, nos guste más o menos se ha convertido en muchas herramientas, pero para muchas madres se ha convertido en algo muy necesario y casi olvidado, un círculo de mujeres. Los círculos de mujeres han sido siempre la forma más eficaz y natural de transmitir habilidades y enseñanzas entre las mujeres.
Hoy en día a través de Internet las mujeres aprenden a usar portabebés, discuten sobre ocurrencias comunes de la infancia, intercambian artículos y opiniones sobre la crianza de sus hijos y así, estoy segura, más de una se mantiene lejos de la depresión. Pero además hay algo que nos identifica, nos hace madres humanas y necesitamos ver en otras para poder identificarnos y asimilar conocimientos, dar el pecho. Pero es que además esta es la identidad de todos, sean niños, hombres o mujeres sin hijos. No podemos poner en peligro el amamantamiento, simplemente no nos lo podemos permitir, hay países en el mundo en el que hacerlo supone la muerte, la muerte de un millón y medio de niños. Y en el resto de los países supone una desprotección demasiado grande en términos de supervivencia, la supervivencia no supone depender de un frigorífico, un fogón para hervir agua, cucharillas y tetinas. Esta supervivencia que al occidental medio sentado en un sofá le pilla lejos (hasta que explota la bomba o sacude el huracán) también significa sentirse en control de uno mismo. Algo que gracias a los millones de publicidad invertidos para vendernos lo contrario creemos no necesitar.
Hoy en día a través de Internet las mujeres aprenden a usar portabebés, discuten sobre ocurrencias comunes de la infancia, intercambian artículos y opiniones sobre la crianza de sus hijos y así, estoy segura, más de una se mantiene lejos de la depresión. Pero además hay algo que nos identifica, nos hace madres humanas y necesitamos ver en otras para poder identificarnos y asimilar conocimientos, dar el pecho. Pero es que además esta es la identidad de todos, sean niños, hombres o mujeres sin hijos. No podemos poner en peligro el amamantamiento, simplemente no nos lo podemos permitir, hay países en el mundo en el que hacerlo supone la muerte, la muerte de un millón y medio de niños. Y en el resto de los países supone una desprotección demasiado grande en términos de supervivencia, la supervivencia no supone depender de un frigorífico, un fogón para hervir agua, cucharillas y tetinas. Esta supervivencia que al occidental medio sentado en un sofá le pilla lejos (hasta que explota la bomba o sacude el huracán) también significa sentirse en control de uno mismo. Algo que gracias a los millones de publicidad invertidos para vendernos lo contrario creemos no necesitar.
Hasta 1867 no se inventó la leche en polvo, nuestra evolución y supervivencia ha dependido de nuestras glándulas mamarias, esas mismas que hoy no sabemos lo que son y confundimos con la obscenidad, sexualidad y provocación, porque hace ya algún tiempo que las canjeamos persiguiendo libertad e independencia.
Esto no es una lucha contra las madres que dan el biberón, esto no es una lucha contra la libertad de elegir.
Esto es una defensa clara y unánime de nuestra supervivencia como humanos, de nuestra independencia como mujeres que quieren criar a sus hijos por sus propios medios, es nuestra lucha por la salud global y contra la muerte de millones de niños.
La lactancia es nuestra historia y es nuestro cuerpo, pero es además nuestro amor y nuestro amor jamás podrá tener nada de censurable. Censurarlo podría significar nuestra destrucción.
Este sábado 12 de Febrero 2010: ¡Cambia tu foto! ¡Cambia el mundo!