Hay tetas que fundaron Roma, las de la loba que se dice amamantó a Romulo y Remo, hay tetas cómo las de la diosa Juno que salpicaron leche y originaron la Via Lactea, hay tetas como las de Salma Hayek que mantienen la cultura de amamantar al hambriento como ella hizo en Sierra Leona, hay tetas como las de una mujer policia que amamantaron con amor a los huerfanos de un terremoto y una vez más en otro terremoto hay tetas que salvan vidas y hay un feliz reencuentro entre la teta y la boca de ese bebé que sobrevivió la muerte y la tragedia, que pudo esperar a ser reconfortado de nuevo por su madre, porque es un bebé humano, alimentado para la supervivencia.
Hay tetas que estan por todas partes porque son negocio y milagrosamente venden de todo, desde coches a desodorantes. Estas tetas curiosamente, no ofenden no molestan, pero la misma teta en la boca de un bebe se hace insoportable a la vista, es calificada de asquerosidad, es una falta de pudor. Estas tetas que venden vida, salud y amor se censuran, en cada acto de censura de la lactancia, nos censuramos a nosotros mismos.
Censuramos nuestro exito como especies, nuestra capacidad de supervivencia, nuestra generosidad, censuramos la bondad entre las gentes, aquella que pasa por encima de protocolos e interes ecónomicos, aquella que sobrevive terremotos y huracanes, la misma que resurge siempre de entre los escombros de la tragedia.
Jesusa Ricoy Olariaga