Llevo un par de días escribiendo emails, pidiendo firmas y traduciendo, apelando a colegas y amigas de buenas formas pero con urgencia para silenciar el horror que grita por normalizarse.
Hace un par de días se extendía por las redes sociales la noticia, difícil de creer, que nos hablaba de una mujer brasileña que estando en pleno trabajo de parto había sido sacada de su casa por diez policías.
A partir de ahí empezamos a conocer detalles: fue la doula la que hizo circular la noticia, la mujer se llama Adelir, era su tercer bebé, estaba de nueve centímetros, se le dijo ese mismo día que venía tarde y de nalgas, Adelir es de una etnia minoritaria, etc...etc...
Los detalles me sobran, para mí no hay nada absolutamente nada en este mundo que justifique que la policía se llevase a Adelir por la fuerza durante su parto para ingresarla en un hospital, no hay nada absolutamente nada en este mundo que justifique que se la someta por la fuerza a una cesárea.
Pese a que por trabajo he escuchado historias terroríficas de abuso en los partos, no puedo ni imaginar semejante tortura, vejación y ataque.
No puedo admitir que todo un estado de derecho, su policía y su legislación aprueben y ejecuten una violación de los derechos humanos y un crimen de esta envergadura.
Pero también empiezo a ver casi con el mismo horror los textos y fotos que se precipitan en la red en apoyo a Adelir y con toda la buena intención, explicando que las cesáreas también tienen riesgos, que los pvdc son posibles, que los partos de nalgas pueden ser vaginales...
Lo siento pero nos leo y leo a víctimas, víctimas por dar explicaciones, por tener que argumentar que tiene sentido que se nos deje en paz, por querer que se comprenda que no nos corten ni mutilen.
Y creo que ya está bien, creo que lo que hay que reclamar por Adelir y por todas es que nosotras tenemos la autoridad sobre nuestros cuerpos y partos, le pese a quien le pese. Que nosotras tenemos la última palabra sea esta la que sea. Y que asumir que actuamos de manera arriesgada o perjudicial, es prácticamente como ir contra la presunción de inocencia. Y que antes de que alguien ponga en tela de juicio nuestras intenciones y ponernos una mano encima durante un parto que demuestren los demás las suyas.
¡Qué ya está bien de ser víctimas! No nos lo vayamos a acabar creyendo.
A esta mujer la han forzado, sometido y operado contra su voluntad y contra sus intenciones para el nacimiento de su hijo. Y pese a que esto haya ocurrido en un hospital, con una jueza de por medio y apoyados por la policía no deja de ser un crimen, no deja de ser tortura, ni deja de ser irracionalidad inhumana.
Explicarlo, entenderlo y disculparlo nos convierte en las verdaderas víctimas.
Como las que llevaron a cabo este crimen, todas mujeres y muy posiblemente madres.