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Hay un #metoo que ocurre en el parto.


El domingo asistí a la conferencia de FiLiA en Londres (conocida anteriormente como Conferencia Feminista en Londres) y volví a casa tan inspirada como indignada. Y también agotada. Es muy duro escuchar todo el sufrimiento que las mujeres acarrean pero más duro es escuchar la crueldad de la que son capaces los hombres y su capacidad para ignorarla o incluso beneficiarse de ella. Cuando llegué a casa empecé a preguntar a las mujeres en mi página de Facebook cuántas como yo habían sido violadas o atacadas sexualmente. Y le añadí una etiqueta, algo así como #amitambien, sin saber que en la sincronicidad del alzamiento femenino mundial una campaña #yotambien ya estaba en camino y en pocas horas dominaría las redes sociales. 
Por la mañana tras mi pregunta que amanecía con sus 200 comentarios, también pude ver que una ola mayor con miles de  comentarios llegaban desde Estados Unidos en una campaña anterior (luego se descubrió que lleva 10 años) que ya lo invadía todo y me alegré.
Porque para mi esos #yotambien no son realmente sobre empatía, la empatía entre mujeres sobre nuestro dolor colectivo ya la teníamos, estos #yotambien para mi son la falta de ella por parte de una sociedad que ha conseguido mantenernos calladas. Estos #yotambien son la evidencia de que ya no callamos y son un grito infinito que dice:  ¡Vergüenza, vergüenza debería daros no habernos escuchado, ni creído, ni ayudado, vergüenza debería daros no haber impedido que esto nos ocurra! 
Y para mi como activista feminista trabajando en relación con el parto, la violencia hacia las mujeres que tengo más cercana es la violencia obstétrica.
Así que lo que me vino inmediatamente a la cabeza es que  hay otro #yotambien. Solo que este está más silenciado si cabe. Permanece oculto en plena luz del día y para mí eso es lo que lo hace especialmente frustrante y traumático. 
Lo llamamos violencia obstétrica e incluso  nombrarla es controvertido. Es una violencia perpetrada por ambos sexos pero es violencia de género contra las mujeres. Es específica hacia nosotras (colateral hacia nuestros bebés) y puede ocurrir en cualquier punto desde las consultas ginecológicas hasta las visitas posparto. 
Sigue oculta por la negación de las instituciones y la complicidad en los silencios de la ignorancia social 
perpetuada por una ausencia de cultura de parto y una deformada representación mediática de ella. 
La hipermedicalización de los cuidados de la fisiologia femenina y la tecnocracia aplicada a las mujeres parturientas ha patologizado la cultura del parto y abierto completamente la puerta al abuso, la negligencia, la mala praxis y la violencia hacia las mujeres en sus partos.
Estos actos de violencia por profesionales en las maternidades están enraizados en las creencias misóginas de que el cuerpo femenino es defectuoso y necesita ser rescatado. Y también se comentan en el tratamiento social generalizado que sufren las mujeres. Somos hipersexualizadas, objetificadas, abusadas y faltadas al respeto con facilidad y sin consecuencias. 
Nuestro consentimiento y capacidad de decisión, tal y como estamos viendo con #yotambien, no valen nada. 
Nuestras voces son silenciadas continuamente, y eso ocurre en una violación y también en lo que se ha llamado en países anglosajones “parto violado” Y por supuesto ocurre en las reuniones de trabajo, en un juicio, en el hemiciclo parlamentario, en una tienda y en las películas, por nombrar algunas situaciones. 


Este privilegio misógino que nos ahoga de continuo tiene un especial impacto cuando nos afecta en el parto de nuestros hijos.
Y curiosamente parece llevarse a cabo con especial crueldad en esta situación. Quizá esto sea porque el parto es una situación donde las mujeres nos expresamos de manera instintiva y lejos de los condicionamientos sociales o quizá porque es una parte de nuestra sexualidad que ejercemos desde nuestra autonomía, las imposiciones de quienes nos atienden parecen buscar reducirnos, controlarnos y  someternos a toda costa. 
Esto se suele hacer infantilizándonos con el lenguaje, humillándonos, ignorando nuestras necesidades, forzándonos a hacer cosas contra nuestra voluntad, desatendiendo nuestras peticiones, separándonos de nuestros seres queridos (incluyendo a nuestros bebés), usando la fuerza o malas prácticas, aislándonos o abandonándonos, entre otros muchos posibles actos violentos. 
Las mujeres de todo el mundo han dicho #yotambien he sufrido violencia obstétrica desde hace años. Pero tal y como ha ocurrido con otras violencias hacia las mujeres que se han encontrado con #notodosloshombres ellas se han encontrado con #notodoslosmedicos #notodaslasmatronas #notodosloshospitales
E incluso han escuchado los ignorantes comentarios que buscan acallarlas con un #deberiasestaragradecida o “lo que importa es que tu y el bebé estáis bien” 


La Revolución de las Rosas Guatemala 




Por eso y como parte del movimiento feminista y usando la voz que por fin encontramos como colectivo este año La Revolución de las Rosas quiere alentar a todas las mujeres a contar sus historias de violencia obstétrica usando #miparto.
Porque necesitamos acabar con todas las formas de violencia hacia niñas y mujeres uniremos nuestra voz desde todos los paritorios pasados y presentes a la lucha mundial el #25N.
Por favor acompañadnos. Gracias www.rosesrevolution.com 


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