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Necesito las palabras de otros...

Copio aquí la magnifica traducción que mi querida compañera Ana Isabel Chinchilla hizo de un magnifico texto de Tricia Anderson, Tricia falleció en el 2007 yo siento como deber que este magnifico discurso que no llego a dar por estar atendiendo un parto en casa, se conozca y se comparta... Salir del laboratorio, ¿volver a la habitación en penumbra? por Tricia Anderson
Hace poco se le pidió a Tricia Anderson [matrona y educadora conocida a nivel internacional] que hablara en una de las jornadas de estudios de “temas candentes” de MIDIRS [servicios de información y recursos para matronas, UK]. Irónicamente, tuvo que atender a una mujer que daba a luz en casa y no pudo darnos su charla, así que a continuación reproducimos el texto de su exposición. Todo el mundo sabe que las gatas necesitan parir tranquilas en un lugar oscuro y aislado, como una caja forrada y blandita debajo de una cama, en el rincón más oscuro de la habitación más recóndita. Todos los que saben algo sobre gatos entienden que no hay que molestar nunca a una gata de parto ni a una gata recién parida con su camada, ya que de lo contrario se le interrumpirá el parto o rechazará a sus gatitos. Todo el mundo lo sabe.
Sin embargo imaginad que un día, hace ya tiempo, un grupo de científicos bienintencionados quisieron estudiar cómo paren las gatas, de modo que le pidieron a todos los dueños de gatas que cuando se pusieran de parto las llevaran a su laboratorio, un moderno laboratorio científico ruidoso y fuertemente iluminado donde los científicos podían estudiarlas conectándolas a muchos monitores y sondas, rodeándolas de técnicos desconocidos que entraban y salían con portapapeles en las manos… En el laboratorio, las gatas de parto podían oír a las otras gatas sufrir, y no no había rincones oscuros e íntimos donde refugiarse, sino hileras de jaulas bien iluminadas bajo la constante vigilancia de los científicos. Así los científicos estudiaron durante muchos años el parto de las gatas en sus jaulas bien iluminadas y observaron que los partos eran inconstantes, que se ralentizaban o incluso se interrumpían y que las gatas se estresaban profundamente. Sus maullidos y lamentos eran terribles. Vieron que a muchos gatitos les faltaba el oxígeno, nacían en estado de ‘shock’ y necesitaban reanimación. Después de muchos años los científicos llegaron a esta conclusión: “Bueno, pues parece que las gatas no tienen muy buenos partos”. Entonces, como los científicos eran gente bondadosa y querían ayudar a las pobres gatas, inventaron un montón de máquinas ingeniosas para mejorar el parto de las gatas, para monitorizar los niveles de oxígeno de los gatitos; inventaron medicamentos analgésicos y tranquilizantes para reducir el estrés de las pobres gatas, y medicamentos para hacer que el parto fuera más regular e impedir que se interrumpiera. Incluso desarrollaron ingeniosas operaciones de emergencia para salvar la vida de los angustiados gatitos. Los científicos escribieron artículos científicos en los que explicaban a todo el mundo las dificultades que habían observado, que las gatas no tienen muy buenos partos, y la tecnología para el parto felino que habían inventado. Los periódicos y la televisión difundieron la noticia y muy pronto todo el mundo empezó a llevar a sus gatas de parto al laboratorio, ya que disponían de aquella ingeniosa tecnología felina y salvaban las vidas de muchos gatitos. Mientras miraban los complejos aparatos que los rodeaban, la gente decía: “Este debe de ser el lugar más seguro del mundo para que las gatas paran”. Pasaron los años y los laboratorios de los científicos tenían cada vez más trabajo. Tuvieron que contratar más personal y darles formación en técnicas de parto felino; poco a poco, los primeros científicos envejecieron y se retiraron. Por desgracia, los nuevos expertos no conocían el experimento original: ni siquiera sabían que se trataba de un experimento. Nunca habían visto a una gata parir en una caja forrada y blandita en el rincón más oscuro de la habitación más recóndita, ¡pero bueno, qué idea más peligrosa!. Estaban absolutamente convencidos de que las gatas no paren bien sin asistencia técnica, (sólo hay que ver todas las pruebas de ello que habían acumulado durante años), y volvían a sus casas por la noche sintiéndose muy satisfechos con su buena e inteligente labor salvando vidas de gatas y gatitos.
Por desgracia, muchas matronas y médicos de hoy en día se han formado y han trabajado casi toda su vida en ese laboratorio, y en ese laboratorio (que es por supuesto una moderna Unidad de Maternidad), el nacimiento es desastroso.
En esta era de práctica médica basada en las pruebas obtenidas, hablamos mucho de la importancia de evaluar cada intervención, y sin embargo nadie dice que necesitamos desesperadamente evaluar la mayor intervención de todas: la de hacer que una mujer de parto se meta en el coche y vaya a un gran hospital donde es atendida por desconocidos. Los efectos de encontrarnos inmersos en la segunda generación de esta intervención en masa se hacen cada vez más patentes. Cada año, el ENB [junta nacional de enfermeras, matronas y auxiliares sanitarios, UK] realiza en el Reino Unido una inspección de los Servicios de Maternidad. El informe de 1999-2000 (1) es una lectura deprimente. A pesar de existir bastantes iniciativas a pequeña escala para ampliar los conocimientos, capacidades y responsabilidades de las matronas, la sobrecogedora conclusión es que el número de partos asistidos sólo por matronas está descendiendo, en algunos casos incuso hasta el 52%. Hay un fuerte incremento en las intervenciones obstétricas y menos matronas. El número de cesáreas ha aumentado enormemente, siendo ahora comunes tasas del 20%, e incluso alcanzando el 30% en algunos hospitales. También están en aumento las inducciones y partos instrumentales, con tasas del 15% en muchos hospitales ingleses. Al mismo tiempo, el parto en casa se mantiene obstinadamente alrededor del 2%. La mayor parte de matronas y médicos tiene muy poca experiencia en partos fuera del “laboratorio” y las matronas y médicos de generaciones anteriores, que recuerdan los tiempos en que el parto en casa era habitual, se han retirado casi en su mayoría. Además, las mujeres que atendemos son también la segunda generación de mujeres que paren en el “laboratorio”; sus madres parieron en un hospital en los años 70 y ahora sus hijas esperan llenar nuestras salas de parto. Podría ser demasiado tarde para dar marcha atrás. Por qué va mal el parto en el hospital. Si revisamos la fisiología básica del parto y aceptamos que es un proceso hormonal, se hace evidente por qué no funciona bien en las condiciones que se dan en el “laboratorio”. Para explicarlo sencillamente, sabemos que se necesitan pequeños impulsos de oxitocina para hacer que los músculos del útero se contraigan. Sabemos que entonces se liberan las poderosas endorfinas, analgésico similar a la morfina que se libera cuando el cuerpo atraviesa fases de enorme estrés, y ayuda a la mujer a soportar la intensidad de las contracciones llevándola a un estado retraído, como en sueños.
 Sabemos que habrá un descanso entre la primera y la segunda fase al descender la producción de oxitocina con la pérdida de presión del cérvix ahora completamente dilatado. Sabemos que mientras el feto desciende en la segunda fase hay otra fuerte oleada de oxitocina, creada por la distensión de la cavidad vaginal, que provoca contracciones expulsivas, y que en la tercera fase una nueva oleada de oxitocina provoca la contracción del útero y el desprendimiento de la placenta. Sabemos que en el momento del nacimiento, madre y bebé tienen unos niveles tan extraordinariamente altos de oxitocina y endorfinas que no se repetirá en ningún otro momento de sus vidas, que los mantiene alerta, abiertos y receptivos entre sí; como diría Michel Odent, están preparados para enamorarse uno del otro. Sabemos también que podemos retrasar o incluso interrumpir este extraordinario proceso del parto y que se esto se reduce a dos sencillas causas. Cuando una mujer está preocupada o asustada, avergonzada o enfadada, su trabajo de parto no será efectivo porque las hormonas del estrés, como la catecolaminas y el cortisol, tendrán niveles elevados e inhibirán la segregación de oxitocina. En segundo lugar, la producción de oxitocina, hormona de liberación vital en el nacimiento, lactancia y el sexo, puede ser interrumpida también por la estimulación de nuestro cerebro racional altamente desarrollado. Si a una mujer se le pide que conteste racionalmente a preguntas complejas, se la expone a luces fuertes, si se siente observada, vulnerable o debe estar alerta, su neocortex permanecerá activo en detrimento de las glándulas endocrinas que producen las tan vitalmente necesitadas oxitocina y endorfinas. En ambos casos “el parto no progresará” y la tensión muscular e isquemia harán que el trabajo de parto sea más doloroso de lo que debería ser. Pocas mujeres dan a luz en el hospital sin algún tipo de intervención farmacológica o analgesia; el uso de la epidural está incrementando enormemente. Muchas mujeres la necesitan si van a parir en el “laboratorio”: la naturaleza no permitiría que el parto fuera insoportable, pero la humanidad en su ineptitud lo ha conseguido al empeñarse en que las mujeres den a luz sobre duras camillas, en lugares fríos e inquietantes, rodeadas de desconocidos. También sabemos que las hormonas del estrés pueden atravesar la placenta y llegar al feto: si la madre está muy estresada, el feto también lo estará. Nuevas investigaciones relacionan los niveles de cortisol de la madre con los niveles de cortisol del feto (2), y naturalmente, el sufrimiento fetal se da a diario en nuestros paritorios. Al inhibirse la oxitocina natural, la hemorragia también resulta frecuente. En palabras de Michel Odent, vemos todos los días en nuestros paritorios los “efectos secundarios patológicos” de nuestro ignorante entrometimiento en el proceso natural del parto (3). Estresamos a las mujeres trayéndolas a modernos “laboratorios” para dar a luz a sus hijos; después usamos syntocinon (trad.oxytocina sintética por via intravenosa) para “remediar” las contracciones que se ralentizan, y partos instrumentales para rescatar a los bebés en apuros que son resultado de lo que nosotros hemos hecho. Los grandes mamíferos como el chimpancé, nuestro pariente más cercano en el reino animal, se apartan de su grupo social para parir en la intimidad. Todos sabemos lo diferentes que nos sentimos cuando nos sabemos observados, y lo diferente que actuamos cuando estamos seguros de que estamos solos y nadie nos ve, y sin embargo les pedimos a las mujeres que vengan a las maternidades donde no solamente las observamos, sino que también las monitorizamos, tomamos cifras y documentamos todo lo que hacen. Son a menudo las mujeres que llegan al paritorio ya avanzadas en el trabajo de parto las que son capaces de parir sin intervenciones, por la simple razón de que no queda tiempo para la inhibición rutinaria del proceso natural del parto que se da en el “laboratorio”. Pensad que las mujeres danesas que paren en casa normalmente sólo llaman a la matrona cuando han dilatado 7 u 8 cm, no sufren monitorización ni interferencias durante la mayor parte de la primera fase del parto y sin embargo tienen una de las mejores tasas de mortalidad perinatal del mundo. ¿Qué nos dice esto? Sabemos mucho sobre el parto dirigido que tiene lugar a diario en los paritorios de todo el mundo desarrollado (en nuestro laboratorio humano), en el que las mujeres se sientan medio recostadas en camas de parto, enganchadas a monitores, en habitaciones muy iluminadas, son sometidas regularmente a exámenes internos y atendidas por desconocidos, se les dice que aguanten la respiración y empujen mientras las manos de la matrona toquetean el periné iluminado por un foco y “sacan” con orgullo a los bebés. Este es el tipo de parto que se ha estudiado en casi todos las pruebas controladas aleatorias y principales investigaciones que se han publicado. De hecho, sabemos tanto sobre este tipo de parto que muchos de nosotros (matronas, médicos y tristemente, incluso las mujeres) hemos acabado por verlo como un parto “normal”. Así nos enseñaron a casi todos, e increíblemente, así es como se les está enseñando a la mayoría de los estudiantes para matrona. Puede que algunos de los que hemos pasado toda nuestra vida profesional en Servicios de Maternidad modernos y llenos de actividad nos preguntemos si realmente existe alguna alternativa.
Parto en casa Ayudar a mujeres a parir en casa me hizo darme cuenta de que indudablemente, sí existe una alternativa. Trabajar en la comunidad y atender partos en casa es a menudo un cambio decisivo en el desarrollo profesional de una matrona. (El choque de ideales que conlleva provoca mucha tensión, acoso por parte de compañeros y sufrimiento personal en el Servicio de Maternidad) En casa, la mayoría de las técnicas que parecían inherentes al trabajo de matrona en el paritorio (¡y que fue tan estresante aprender!), no se necesitan. Primíparas y multíparas dan a luz como amazonas a bebés que rara vez necesitan reanimación; a cuatro patas en el sofá, de pie agarrándose a la repisa de la chimenea, en cuclillas en el baño; a menudo bajo la mirada de hijos y otros familiares que las animan. Saca el parto del laboratorio y devuélvelo a la habitación en penumbra, y el cuadro cambia. Los estudios sobre el parto en casa confirman mi impresión al respecto, y nos muestran que el parto en casa es tan seguro, o incluso más, que el parto hospitalario en mujeres con bajo riesgo de complicaciones médicas y obstétricas 4,5,6. El último estudio Cochrane [base de datos que resume e interpreta estudios médicos] concluye que “a toda mujer embarazada de bajo riesgo se le debería ofrecer la posibilidad de planificar un parto en casa” 6. Sin embargo, si realmente creemos en las decisiones informadas, las declaraciones de este estudio dan a entender que deberíamos llevarlo mucho más lejos. El nuevo documento de posición del RCM 7 [real colegio de matronas] repite los resultados de la investigación del National Birthday Trust Fund 5 [Fondo fiduciario nacional del día del nacimiento], que halló que las mujeres que dan a luz en casa, en comparación con un grupo de control similar, tenían aproximadamente la mitad de riesgo de cesárea y parto con fórceps o ventosas, y tenían menos posibilidades de sufrir hemorragia postparto. Los bebés nacidos en casa tenían bastante menor probabilidad de puntuar bajo en el test de Apgar o de necesitar reanimación y sufrían menos lesiones en el parto (7). Las mujeres que dan a luz en casa suelen sentirse relajadas y bajo control, necesitan menos analgesia, menor intervención, y tienen mejores reacciones emocionales; además, las mujeres que han dado a luz en casa y en hospital prefieren por mayoría abrumadora el parto en casa (5). Esto tiene una explicación fisiológica muy clara. Las matronas tienen que ser sinceras con las mujeres sobre el riesgo de acudir a un hospital, que entre otros pueden ser: posibilidades que 1 de cada 4 sufra una cesárea; 1 de cada 3, un parto instrumental; 1 de cada 10, una infección causada por el hospital, y sin embargo, ninguna mejora en el estado de la madre o el niño. Volver a la habitación en penumbra Las encuestas más recientes sobre las opiniones de las mujeres muestran que, incluso en esta época en la que el parto en casa se considera una actividad minoritaria, entre el 20 y el 30% de las mujeres elegirían un parto en casa, y sin embargo tan sólo el 2% lo consigue. En nuestro papel como defensoras del parto normal, una estrategia a gran escala para las matronas que aumentaría nuestra autonomía, ampliaría las opciones existentes para las mujeres, aumentaría el número de mujeres que dan a luz normalmente y estaría basado en los datos disponibles más exactos, sería realizar un esfuerzo común y a escala nacional. Dado el énfasis que hoy en día se pone en la práctica médica basada en pruebas realizadas y en la atención médica dirigida a la mujer, esta estrategia debería estar incluida en las pautas de gestión clínica de cualquier Servicio de Salud. Sin embargo, nunca se ha estudiado seriamente esta opción, y debemos preguntar: “¿por qué no?” En algunas zonas en las que hay pequeños grupos de matronas que apoyan activamente el parto en casa, como Devon, Brighton y Bath, la tasa de partos en casa asciende al 15-20%. El South East London Midwifery Practice [consultorio de matronas del Sureste de Londres], que realiza su labor en una zona deprimida del sureste de Londres, tiene una tasa de partos en casa del 35-50% que rápidamente descarta el mito de que el parto en casa es exclusivo de la mujer de clase media (ellas lo atribuyen al hecho de que visitan a las mujeres que se encuentran en la primera fase del parto en su propia casa, y de ahí las mujeres pueden decidir si se quedan en casa o van al hospital). ¿Por qué hay tantas incongruencias en este país? La matrona como abridora de puertas Hay un pequeño estudio que explora las respuestas a estas preguntas. La actitud negativa de muchos médicos de cabecera está bien documentada (9), pero Hosein en 1998 (10) descubrió que la barrera que impedía que se ofreciera las mujeres la posibilidad real de elegir dónde parir eran las actitudes y opiniones de las matronas. Floyd (1995) halló que sólo dos de matronas de una muestra de 44 ofrecían parto en casa de manera rutinaria al pedir cita (11). La realidad es que la mayoría de las matronas seleccionan ellas mismas a las mujeres que creen que pueden ser “aptas” para el parto en casa, en lugar de ofrecerlo como una opción real a todas las mujeres. Las matronas necesitan ser sinceras consigo mismas y pensar en cómo están ofreciendo el parto en casa: he oído a algunas decir que sí ofrecen el parto en casa pero que las mujeres de su zona no lo quieren. Las actitudes positivas hacia el parto en casa tienen su origen en las las experiencias positivas previas de las matronas, la formación,los conocimientos y una opinión independiente sobre la mujer y las matronas. Las actitudes negativas surgen de la falta de confianza, en concreto en competencias clínicas como la reanimación, suturación o canulación; insuficiente apoyo por parte de los compañeros; confusión con las responsabilidades y los Servicios de emergencia (11). Las matronas que se han formado y trabajado en el entorno de una Maternidad, que han pasado años rodeadas de sufrimiento fetal, partos de urgencia y hemorragias, pueden haber acabado por no creer en la normalidad y seguridad del parto. Al igual que los técnicos del laboratorio, sólo conocen el parto como un proceso plagado de dificultades. A menos que se tomen la molestia de analizar de manera objetiva la fisiología del parto y comprender las razones por las que estas cosas suceden así, no se sentirán seguras de sí mismas como para atender a mujeres de parto fuera del marco hospitalario, más especialmente, quizás, en el caso de primíparas. Esta incredulidad también afecta a las jefas de matronas que por lo tanto son reacias a apoyar una mejora en el servicio de partos en casa. Este análisis objetivo puede ser un proceso incómodo y conlleva una revisión crítica y honesta de la atención que se ofrece en el marco hospitalario. La mayoría de matronas no tiene experiencia o no ha recibido formación específica para el parto en casa. La afirmación simplista de que una matrona, desde que recibe la titulación, está cualificada para ejercer en cualquier entorno, no tiene en cuenta que la naturaleza de su trabajo en una casa es muy diferente. Llevar al hogar el modelo de parto aprendido en el “laboratorio” (que tiene la sala de urgencias cerca) entraña grandes riesgos. Si una matrona utiliza el modelo de atención medicalizada en un parto en casa, es decir, la restricción al consumo de nutrientes, exámenes vaginales regulares, restricción de la posición de la madre, pujos dirigidos, ruptura artificial de membranas, y demás, recreará en casa el estrés maternal y fetal que se da en el hospital, pero sin ayuda a la que recurrir. Las matronas necesitan volver a adquirir competencias seguras para en el parto en casa, como comprender las hormonas naturales del parto y los aspectos prácticos del parto activo; dar apoyo a las mujeres durante los picos de dolor sin recurrir a fármacos, asumir la toma de decisiones cuando no hay un médico, ni partogramas, ni atención activa al parto, ni syntocinon; saber cuándo es necesario trasladar al hospital y aprender y practicar técnicas de urgencia específicas para el entorno impredecible del hogar. Se hace evidente que existen muchas competencias que aprender al ver cómo desciende la tasa de traslados al hospital al mismo ritmo que las matronas adquieren experiencia. La Universidad de Bournemouth ha creado recientemente un módulo para matronas tituladas que aborda este tema. El recientemente publicado “informe de situación” del Real Colegio de Matronas (Reino Unido) hace hincapié en que todas los estudiantes deberían esforzarse por acumular alguna experiencia en partos en casa (7); Este asunto necesita una rápida reacción por parte del nuevo NMC [Junta de enfermeras y matronas, UK]. Las matronas hablan mucho de recuperar la autonomía que han perdido. En 1960, el 33.2% de de los bebés nacía en casa (4). Con el traslado a gran escala del parto a los hospitales en los años 70 y 80, las matronas perdieron su autonomía profesional, hecho muy lamentado por ellas. Una manera evidente de recuperar esa autonomía es fomentar activamente el parto en casa, ya que éste es de su competencia. ¿Pero quieren todas las matronas recuperar esa autonomía, con la responsabilidad que conlleva? Un tema subyacente es que muchas matronas, formadas en el entorno protegido del “laboratorio”, podrían no querer la responsabilidad que conlleva el parto en casa. Ser la única profesional en un ambiente que podría ser incluso aislado, y ser responsable de las vidas tanto de la madre como de la del bebé es una tarea inmensa y a veces imponente, y sin embargo rara vez se menciona en los textos o en clase. Un servicio activo de atención al parto en casa implica también la necesidad de estar siempre “de turno” y de trabajar muchas horas y a deshoras. Muchas matronas acostumbradas a trabajar en turnos bien definidos que no afectan a su vida personal se resisten a renunciar a ellos. Otras que trabajan en zonas en las que el parto en casa es infrecuente y están acostumbradas a asistir sólo alguno muy de largo en largo, pueden resistirse a aumentar el volumen de trabajo a domicilio. Que te despierten por la noche pronto pierde su emoción y levantarse a las 3 de la mañana por alguien a quien ni siquiera conoces no es lo más divertido del mundo. Sólo resulta tolerable si se logra entablar una relación cercana con las mujeres y familias por las que te vas a levantar. El trabajo en el ámbito del hogar de una mujer es también mucho más personal y es más importante conocer a la familia. Uno de los problemas que limita el desarrollo de los servicios de asistencia al parto en casa es la existencia de grandes equipos de matronas o servicios integrados en los que las matronas no conocen a los clientes que las van a despertar por la noche. Las matronas no siempre reciben apoyo al día siguiente si han estado despiertas toda la noche, y puede que tengan que trabajar en servicios escasos de personal. El éxito de la atención al parto en casa es una buena motivación para que los servicios de atención médica contraten a matronas sólo para atención a la comunidad: la tendencia actual hacia la integración de servicios tiene el inconveniente de que siempre tienen prioridad las necesidades de las Maternidades. Las razones por las que una mujer era declarada no “apta” para el parto en casa están bien documentadas por AIMS [Asociación para la mejora de los servicios de Maternidad, UK] desde hace años, con razones como “el bebé es pequeño”, o “es grande”; “es el primer parto”, o “el quinto”; “eres muy joven”, o “muy mayor”; “tienes la hemoglobina baja”, o “la tensión alta” y sigue. Las puertas al parto en casa son muy estrechas, y a las matronas no se les confía ni el más leve de los casos complicados. Ampliar la categoría “tradicional” de bajo riesgo para que realmente se ajuste a las pruebas más que a los mitos es un paso más en la estrategia para ensanchar las puertas al parto en casa. Reducir el miedo Hay otra razón por la que tenemos que sacar el parto del laboratorio y devolverlo a la habitación en penumbra. Las mujeres jóvenes de hoy en día temen el parto; se ha convertido en un calvario silenciado en el mundo de la medicina hospitalaria. En los partos en casa, otras mujeres y niñas pueden ver el parto como algo que no hay que temer. Hace poco, después de atender a una matrona en su parto, me sobrecogió que me dijera: “Cerré los ojos y vi a todas las mujeres a las que había visto dar a luz, vi su fuerza, y me convertí en una de ellas”. Alentando a las mujeres a dar a luz en casa ayudamos también a que la próxima generación sepa dar a luz. Aumentar los partos en casa El reto es que cada Servicio de Salud se marque objetivos para aumentar la tasa de partos en casa y controlen y registren los resultados. El RCM (Real Colegio de Matronas, UK)ha explicado con claridad que la provisión del parto en casa es parte de la práctica común de los Servicios de Maternidad y no una opción extra (7). Se debería registrar la tasa de partos en casa de cada matrona y evaluar la cantidad de información que reciben las mujeres sobre el lugar del parto. La tasa de partos en casa debería estar en la agenda de todo comité de coordinación de Servicios de Maternidad, y se deberían investigar las variaciones locales y regionales hasta que se elimine la lotería del parto según el código postal. El nuevo NMC (Junta de comadronas y enfermeras,U.K) debería establecer como objetivo que cada estudiante para matrona sea testigo de, por ejemplo, cinco partos en casa. ¿Por qué no iban a disfrutar las mujeres de Belfast y Birmingham de las mismas oportunidades de parto en casa que las mujeres de Brighton? Elevar la tasa de parto en casa está decididamente en manos de las matronas. Ya que cumple los deseos de muchas mujeres, aumenta el número de de partos normales, aumenta la autonomía de las matronas; de hecho, cubre todos nuestros objetivos. Si no lo hacemos ya, puede que pronto sea demasiado tarde. ¿Por qué no lo hacemos ya? Referencias 1. English National Board. Midwifery practice: identifying the development s and the differences. London: ENB, 1999. 2. Gitau R, Cameron A, Fisk NM et al. Fetal exposure to maternal cortisol. Lancet 352:9197, 29 Aug 1998, 707-708. 3. Odent M. The scientification of love. London: Free Association Press, 1999. 4. Campbell R & Macfarlane A. Where to be born: the debate and the evidence. Oxford: National Perinatal Epidemiology Unit, 1994. 5. Chamberlain G, Wraight A & Crowley P. Home births: the report of the 1994 Confidential Enquiry by the National Birthday Trust Fund. Carnforth: Parthenon Publishing Group Ltd, 1997. 6. Olsen O & Jewell MD. Home versus hospital birth. The Cochrane Library. Oxford: Update Software, Issue 4, 2001. 7. Royal College of Midwives. Home births. Position Paper. London: 2001. 8. MIDIRS. Place of birth. Informed Choice leaflet for professionals No 10. Bristol, MIDIRS, 1997. 9. National Childbirth Trust. Homebirth in the United Kingdom. London: NCT, 2001. 10. Hosein MC. Homebirth: is it a real choice’ British Journal of Midwifery. 6:6, 370-373, June 1998. 11. Floyd L. Community midwives’ views and experiences of homebirth. Midwifery, 11:1, 3-10, March 1995. N

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